En el 95, leí unos poemas de Joseph Brodsky en la Revista Vuelta. Atravesábamos en México una de las tantas crisis económicas. Recuerdo que el dinero no alcanzaba, como tampoco alcanza ahora, que al recorrer la Avenida Hidalgo, en Tampico, uno veía desfilar la serie de negocios con letreros anunciando el cierre, el traspaso, y luego noticias de suicidios, del rescate bancario, de una lista de empresarios, del dichoso FOBAPROA. Quizá por todo eso y sus múltiples sentidos, los versos de esos poemas me sacudieron tanto, como Murallas, de Cavafis o los Heraldos Negros, de Vallejo.
Cómo no amar a un poeta que, como diría Octavio Paz, tiene como misión atraer la fuerza poética y convertirse en un cable de alta tensión que permita la descarga de imagen. Cómo no amar su poesía y adentrarse en sus múltiples territorios.
Cómo no amar a un poeta que, como diría Octavio Paz, tiene como misión atraer la fuerza poética y convertirse en un cable de alta tensión que permita la descarga de imagen. Cómo no amar su poesía y adentrarse en sus múltiples territorios.
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