Wednesday, May 02, 2007

Fin de abril en Alamo. Se lo había prometido a mi mamá. Tres celebraciones en una. Lugar: el Colegio Progreso. Ale se veía linda y radiante con su vestido blanco. Mi tía Blanca, Licho y su esposa fueron sus padrinos. La fiesta fue en el patio de la casa donde nacimos. Ahora, casa de Chucho,quien por cierto no pudo asistir por lumbalgia.Espero que nos veamos en verano.
Cuando llegamos, a eso de las 5, mi tía Blanca ya se había levantado y le fue imposible retomar el sueño, tenía también dolor de espalda. Mi mamá le dio una pastilla de ketorolaco. En lo que dormitamos, ella preparó los dulces y la gelatina. A las 9 me levantó Amaranta-¡cómo ha crecido, fácil pronto me rebasa!-y me dio un encargo de Malena. Fui a su casa. Sudando la gota gorda, junto a la paila, mi tío Mario estaba moviendo con la paleta de madera el rollo de cueritos. Me acerqué a darle un beso. Bedil y Malena me dieron una lista de cosas por comprar. Fui al mercado. Volví a ver, ahora en la fila de taxis, frente a la iglesia, a aquel señor taxista que nos llevó a Tampico, cuando mi papá se agravó. Lo saludé. Me dijo, "Hola, Torres". En la calle donde venden zacahuil compré el chonacate, hasta ahora sé para qué es.
Mientras tanto, mamá bañó y vistió a los niños. Fuimos ya tarde al Colegio. Pero aun así llegamos cuando apenas empezaba la ceremonia. Vimos a Tere y a Gabriela. Bita estaba muy sexi y fresca con su vestido escotado. Mi tía Soco estaba sentada en la fila de atrás. A mi tía Blanca le parecía ver más pequeño el Colegio, con todo lo construido y la perspectiva de un adulto que trata inútilmente de mirar con ojos de niño el terreno familiar. Y es que del mismo lugar tenemos recuerdos diferentes: mis tías fueron de la generación vigésima, nosotros de la trigésima, y Amaranta y Penélope de la quincuagésima. Sé que todo cambia, que todo tiene que cambiar, pero me da gusto ver que el árbol de humo sigue en pie, que la capilla no cambia de lugar, que pareciera que hay rincones inalterables donde se quedaran atrapadas nuestras voces, nuestras risas de antaño, que hay botellas con mensajes cifrados que volvieran siempre a uno con el oleaje del tiempo.
Al terminar la misa, Malena, Bedil y mi tía Blanca, se fueron a la casa para preparar los últimos detalles. En la cocina, donde todos entraban y salían, mi tía preparó nopalitos con chile guajillo, arrrrroz y un riquísimo adobo que nada más de acordarme del olor, sabor y lo suave de la carne, hummm...pero faltaba algo, y Bedil le pidió a Carlos que fuera a casa de mi tía Mago por la rellena y chanfaina, allá en Jardín. Fui con él en el volcho. Unos borrachos que estaban tomando bajo un almendro, fuera de la casa de mi tía, le echaron bronca a Carlos, y lo bueno fue que salió en seguida el esposo de mi tía y los aplacó. Saludamos a la tía, vimos a una prima que es ya todo una señorita. Y es que exceptuando los funerales, no nos hemos frecuentado. Platicamos de una boda, una fiesta y un funeral. Pero la rellena y la chanfaina estaban en casa del tío Mario, así que fuimos hacia allá. Nos recibió la esposa de mi tío Mario y su hija,muy lindas ambas, y la bebé también. Me sorprendió que me tendiera sus bracitos. En las escaleras vi un libro de cuentos y le pregunté a la hija de mi tía si era suyo,me dijo que sí, que tenía un día a la semana clase de literatura. Pregunté por el niño y la mamá dijo que ya era todo un joven. Juega beisbol, por cierto. De regreso, Carlos y yo platicamos de un caso muy triste que le sucedió a un compañero suyo. Quizá más adelante cuente algo de esto, pero como toca fibras de otros creo que mejor solo me quedo con eso, como un caso triste que cambia drásticamente la vida.
Llegamos con la rellena y la chanfaina. En las mesas habían ya otros invitados. Los Barragán, Esmeralda, su esposo y sus hijos, Cristina Vallejo, su esposo Quincho y Cristi, la capitana del equipo de voli y su esposo que es el patrocinador. Mi tío Rafael, Elizabeth y ese jovencito tan chambeador y con un ángel enorme.
Al final de la fiesta, los papás y la madrina estaban exhaustos pero satisfechos. Penélope, contenta - recibió muchos regalos- igual La familia de Bedil que había venido de Ozuluama y Tampico. Llegó mi tío Adrián con Ana; Elena,Tere y Gabriela hacía rato ya se habían ido, se quedaron mi abuelita y mi tía Socorro, y platicamos un rato. A lo lejos se vieron los fuegos pirotécnicos: la feria estaba en su apogeo. Ama, Ale y Cristi quisieron que las llevara, pues los primos iban a ir, pero mi mamá dijo que no era buena idea, y aun cuando había tomado una siesta no me sentía tan bien como para rendirles al trío dinamita que decepcioné (era para que me dijeran: "Me decepcionas pinche zopilote"). En la cocina platicamos largo rato mi tía Blanca y yo. ¡Qué cosas tiene la vida, Mariana! Unos amigos de Malena y Bedil, Carlos y Sebas se quedaron todavía unas horas conversando y tomando bajo los naranjales. Jugando con la niña de Laura, Adriana se machucó un dedo, y con esto nos fuimos a la casa.

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Tomado de: La Jornada, 24 de septiembre de 2024. https://www.jornada.com.mx/2024/09/24/opinion/015a2pol   Ayotzinapa: 10 años sin verdad y ...