Hace un rato terminé la historia. Se titula "Parque Alijadores", y ahora falta trabajarla en los detalles, pero lo esencial está ahí; al menos eso creo. En octubre ni había pasado por mi cabeza la idea de escribir un cuento sobre béisbol y las emociones de los aficionados, estaba metida en la historia de un trío, una historia que hace años quiero escribir y se me resiste, cómo se me resiste. Sobre lo del Parque Alijadores, siento que tengo que ir a Tampico, pero esto último se ha alargado por una u otra razón.

Las condiciones sobre cómo escribo no son las óptimas, siempre he sido de escritura lenta, ahora más, hay tantas cosas que urgen, que salen al paso, que hay que atender, que cada vez que dejo un texto a un lado me pregunto si podré terminarlo, porque el cuento es muy celoso, porque sé que algo que pide escribirse al momento si no se atiende se va, como el amante. Cuántos sueños que no escribo al momento de despertar se pierden, y por más que quiera recordarlos no puedo ni asirme de jirones. Pero en esta historia, con tantas imágenes, leyendas y evocaciones, cómo no escribirla, que aun cuando nunca puse un pie en ese parque siento ahora como si hubiese estado sentada en esas gradas de madera, en esas gradas de cemento y observado a esos trabucos.