Semanas de frío, neblina y nortes. Anuncian una surada. En casa, todo igual. Afuera, dicen que cambiaron las cosas, pero yo veo todo igual. De alguna manera, estoy en estado de alerta. Sí, siento que sería mejor volver al diario de papel, esto cada vez se va pareciendo más a un telegrama. Pero es mejor que nada. Malena se fue a Ozuluama. Vino la hermana de Bedil.
Hace como dos semanas entré a la librería necesitando leer algo de Tobías Wolff, no había más que un título de él, que en ese momento no se me antojaba, así que salí con una novela de Haruki Murakami y El Castillo de Kafka, una lectura que he dejado postergada a propósito. Recuerdo que cuando leía El Proceso, al quedarme dormida la atmósfera se transfería a mis sueños, y sentía angustia ante lo absurdo. En estos días he releído otras cosas, por ejemplo Mansfield Park; voy a enviarle la novela a una prima de México, que escribe y le gusta mucho Jane Austen. Estuvimos hablando de sus novelas y coincidimos en nuestro gusto por Persuasión, aunque le dije que a Orgullo y Prejuicio le tengo cariño porque fue la primera que leí de ella.
En cuanto al voli, ahí vamos. Malena se fue, Ángeles igual. Y entre semana, Diana, quizá también. Nos dejaron a la intemperie ante equipos fuertes. El viernes jugamos, ganamos pero a tres sets reñidos. Y el sábado perdimos en 2 dos sets reñidos. En una bloqueada, me doblé mi dedo gordo. A ver cómo nos va en esta semana.
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