Hace un par de horas terminé el cuento. El título se me dio en el penúltimo párrafo: El Privilegio. Todavía siento esa sobrecarga de energía como resultado del escribir a marcha forzada. Luego de tomar un cafe en La Naval he caminado desde el centro cuadras y cuadras, y me detuve en este ciber, cerca del Museo de Antropología. Lo más difícil ha sido encontrar momentos para escribir. Aproveché estos días de encierro, pero aun así he tomado pausas. El final lo escribí en un ciber, entre dos chicas excitadas que estaban ligándose por messenger a un hombre casado, y un señor de extraña actitud, no sabía si estaba durmiendo o queriendo hinoptizar la pantalla de la compu. De lo más incómodo, sobre todo por la escena que escribía, pero ¡fuera prejuicios¡ El caso es que siempre he preferido por eso la madrugada para escribir. Es cuando siento que alcanzo mayor concentración y me adentro en zonas insospechadas, de mayor riesgo, y por ende no hay ninguna garantía de éxito. Es todo o nada.
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