Sobre la loma del estadio cae el sol entre siluetas de pinos. Abajo, los atletas se ejercitan en la pista olímpica. Concentrados en su disciplina, sueñan con superar algún día los límites de sus cuerpos. Mientras tanto, se repiten que todo es paso a paso. Almacenan datos. Cada músculo en acción, cada frecuencia, cada esfuerzo son reconocidos. El buen inconsciente hará después su trabajo.
Un grupo de niños sigue la lúdica rutina de su entrenador. El muchacho lanza su jabalina -observa su trayectoria sin agradarle el resultado-y en lo que va a recogerla no deja de calentar brazo. Tres corredores de marcha se acompañan a lento trote, el de mediana edad mira su reloj. En un tramo de pista dos Lolitas compiten en velocidad. Cómo vibra la de lentes, su rápida y elegante zancada marca la diferencia.
Una joven derriba una valla; se enoja consigo misma. El entrenador se acerca y le dice no veas la valla, concéntrate en la rapidez. Ella toma su tiempo y emprende de nuevo la carrera, deslízate sobre la valla, grita él, punta arriba. Entre cada obstáculo sus cuatro zancadas sobre el carril revelan un ritmo. Y atrás quedan las seis vallas limpiamente libradas. Aun así, el hombre le remarca, tres pasos, acuérdate, son tres pasos.
Terminan su rutina los niños, y ruidosos, cruzan el estadio bebiendo a traguitos de sus botellas. Un entrenador grita, pista de dos, pista de dos, para que los demás abran cancha a la velocidad de un joven. Vamos, Pedro, tú puedes, le dicen a su paso las muchachas. Los marchistas detienen su trote y a paso lento con las manos en sus costados dan media vuelta al estadio, vuelven a trotar y en seguida el spring.
Un grupo de niños sigue la lúdica rutina de su entrenador. El muchacho lanza su jabalina -observa su trayectoria sin agradarle el resultado-y en lo que va a recogerla no deja de calentar brazo. Tres corredores de marcha se acompañan a lento trote, el de mediana edad mira su reloj. En un tramo de pista dos Lolitas compiten en velocidad. Cómo vibra la de lentes, su rápida y elegante zancada marca la diferencia.
Una joven derriba una valla; se enoja consigo misma. El entrenador se acerca y le dice no veas la valla, concéntrate en la rapidez. Ella toma su tiempo y emprende de nuevo la carrera, deslízate sobre la valla, grita él, punta arriba. Entre cada obstáculo sus cuatro zancadas sobre el carril revelan un ritmo. Y atrás quedan las seis vallas limpiamente libradas. Aun así, el hombre le remarca, tres pasos, acuérdate, son tres pasos.
Terminan su rutina los niños, y ruidosos, cruzan el estadio bebiendo a traguitos de sus botellas. Un entrenador grita, pista de dos, pista de dos, para que los demás abran cancha a la velocidad de un joven. Vamos, Pedro, tú puedes, le dicen a su paso las muchachas. Los marchistas detienen su trote y a paso lento con las manos en sus costados dan media vuelta al estadio, vuelven a trotar y en seguida el spring.
El sol se oculta por fin tras la loma; las gradas del estadio se opacan. A espaldas, sobre otra loma, una luna casi llena se alza.
*Foto tomada del sitio, mx.geocities.com/will_gm/Visitables/estadio.jpg
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