Pa fue a Cancún a buscar trabajo. Qué distinto debe ser visitarlo sólo en plan de vacaciones. Recorrió la zona hotelera. No hubo nada para ella. Es temporada baja. Es más, asegura, lo que hacen es despedir a la gente. Viene algo desmoralizada. Invirtió en su pasaje por avión, rentó un cuartito de una colonia popular, $1600 pesos más depósito, y se la pasó a puro atún y galleta.
En ese vistazo, comprendió que Cancún no pertenece a México, que los ricos de Cancún -que no son gringos- no se mezclan con los “mayas”: se sienten tejidos con hilo de oro y circulan sólo en su mundo. Los “mayas”, a su vez tienen lo suyo, no ven con buenos ojos a los de otros Estados y recelosos no les facilitan su estancia. La mayoría de la población vive en malas condiciones y a no ser que se esté o se desee estar ciego, es evidente el contraste entre el paisaje turístico y el verdadero Cancún. Salir a caminar por las tardes significa esquivar en las banquetas a los ebrios que deambulan de cantina en cantina, gastando a manos llenas el dinero ganado a pulso en el trabajo de construcción u otros tantos oficios. Y eso es lo que le da coraje a Pa, que en vez de ahorrar esos hombres, en vez de invertir su dinero, deciden hundirse en la perdición, y día a día su realidad se estrella contra los muros que resguardan "el paraíso".
Eso sí, luego de haber andado de hotel en hotel buscando infructuosamente chamba, Pa fue a la playa “pública”, apenas dos tramitos, y tomó unas fotos. Dice que la canícula en Tampico es nada en comparación a la de Cancún. A un primo, quien es técnico dental, le dieron en un hotel trabajo de salvavidas; una de las condiciones era no resguardarse del sol (me recordó un poco a las exigencias de los empresarios aquí en Xalapa: en sus negocios y tiendas no hay por ningún lado asientos para los empleados, deben estar todo el tiempo parados.) Acostumbrado al clima del Estado de México, no aguantó ni dos días. Lamentó en parte haber dejado el trabajo que tenía en Canadá para ir a apoyar a mi tía y mi prima; su trabajo allá consistía en acomodar las bolsas de gomitas en una caja y le pagaban por ello 9 dólares la hora.
Pa volvió flaca, quemada y sin ilusiones. Bueno, con pocas ilusiones; quiere estar mejor preparada para poder obtener en Cancún un trabajo en temporada alta. Tiene que estudiar inglés, pues dice que hasta los moperos tienen que dominar el inglish.
En ese vistazo, comprendió que Cancún no pertenece a México, que los ricos de Cancún -que no son gringos- no se mezclan con los “mayas”: se sienten tejidos con hilo de oro y circulan sólo en su mundo. Los “mayas”, a su vez tienen lo suyo, no ven con buenos ojos a los de otros Estados y recelosos no les facilitan su estancia. La mayoría de la población vive en malas condiciones y a no ser que se esté o se desee estar ciego, es evidente el contraste entre el paisaje turístico y el verdadero Cancún. Salir a caminar por las tardes significa esquivar en las banquetas a los ebrios que deambulan de cantina en cantina, gastando a manos llenas el dinero ganado a pulso en el trabajo de construcción u otros tantos oficios. Y eso es lo que le da coraje a Pa, que en vez de ahorrar esos hombres, en vez de invertir su dinero, deciden hundirse en la perdición, y día a día su realidad se estrella contra los muros que resguardan "el paraíso".
Eso sí, luego de haber andado de hotel en hotel buscando infructuosamente chamba, Pa fue a la playa “pública”, apenas dos tramitos, y tomó unas fotos. Dice que la canícula en Tampico es nada en comparación a la de Cancún. A un primo, quien es técnico dental, le dieron en un hotel trabajo de salvavidas; una de las condiciones era no resguardarse del sol (me recordó un poco a las exigencias de los empresarios aquí en Xalapa: en sus negocios y tiendas no hay por ningún lado asientos para los empleados, deben estar todo el tiempo parados.) Acostumbrado al clima del Estado de México, no aguantó ni dos días. Lamentó en parte haber dejado el trabajo que tenía en Canadá para ir a apoyar a mi tía y mi prima; su trabajo allá consistía en acomodar las bolsas de gomitas en una caja y le pagaban por ello 9 dólares la hora.
Pa volvió flaca, quemada y sin ilusiones. Bueno, con pocas ilusiones; quiere estar mejor preparada para poder obtener en Cancún un trabajo en temporada alta. Tiene que estudiar inglés, pues dice que hasta los moperos tienen que dominar el inglish.
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