Llueve, truena y relampaguea. Luego de comer busqué dónde guarecerme y me encuentro en un ciber escribiendo esto. El suéter que suelo cargar, bien gracias, lo dejé en casa. Una señora que comía junto a mí, decía que la iban a estar buscando en su trabajo, pues con esta lluvia, el trasminar en la dependencia, y ella es intendente. Pero estaba comiendo rico; que esperaran. Miro a la calle: no para el agua. La señora dijo que nadie la atendía mejor que en ese local, ni sus hijos ni su hermana reparaban en ella, por lo que prefería pasar sus horas en el trabajo. ¿Y qué hace en los fines de semana?, le pregunté. Descanso, dijo, es un trabajo pesado el mío. ¿Ve televisión?, ¿alguna película?, insistí. No, respondió tajante, leo. Leo la biblia o metafísica: lecturas que me llenen el espíritu. Y seguimos comiendo mientras el agua comenzaba a salpicarnos. Me acordé entonces de unos señores que el fin de semana tocaron la puerta de la casa: vendían biblias. Son biblias católicas, dijeron, y para certificarlo me enseñaron la fotografía del actual papa; respingué, no sé por qué me repele ese hombre. Me quedé pensando un poco y fue darles entrada a persuadirme en quedármela. Lo que pensé fue en cómo esa biblia me trajo el recuerdo de una que teníamos en la casa de Álamo. Cuando en el colegio nos pidieron que lleváramos la biblia para la clase, escogí una pequeña y forrada de cuero negro que yacía sobre la cómoda del cuarto de mis papás, muy manejable por cierto. Ya en clase, la madre me dijo que esa biblia era protestante: ¿no sirve?, recuerdo que le dije. Ella sonrió y me dijo que sí podía servirme: iba a advertir la diferencia de los textos, al confrontarlos en la lectura en voz alta. Recordé también una biblia para niños que leímos en segundo de primaria, donde seleccionaban las historias de Adán y Eva, Caín y Abel, Noé y su arca, Abraham y su hijo, David y Goliat, José y sus sueños, Moisés, y algunas otras del nuevo testamento. Y entonces al recordar de golpe todo eso me invadió un malestar, y es que de todas esas historias, apenas le he contado a los niños la de Noé, David y Goliat y la de José el soñador, y en la escuela pública no llevan nada de eso, que eso es la normatividad, lo sé, pero hay que irles contando historias, nutrirlos de ellas, pues saben más de Bob Esponja que de ese extraño hombre clavado en una cruz o de ese regordete con enigmática sonrisa... Me he quedado corta también en esa tarea. Cuando daba textos literarios, en una preparatoria de sistema abierto en Tampico, leíamos los pasajes de Judith, Jonás, Job, Eclesiastés, El cantar de los cantares…
En $1400.00 me daban la biblia los señores, y luego al mes pasaría alguien a cobrarme el primer pago. Les dije gracias, pero no; más adelante. Sí necesito una, pero no tan pesada. Siento ardor en mi garganta. Ya paró la lluvia. Dejo esto.
En $1400.00 me daban la biblia los señores, y luego al mes pasaría alguien a cobrarme el primer pago. Les dije gracias, pero no; más adelante. Sí necesito una, pero no tan pesada. Siento ardor en mi garganta. Ya paró la lluvia. Dejo esto.
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