En estos días se han desatado tempestades. Ayer, cuando venía de dejar a mi mamá en la central de autobuses, me quedé un buen rato en la parada viendo el espectáculo de la lluvia y de los automovilistas que salpicaban con saña. No estaba estresada, por lo que no menté madres como unos jóvenes que había por ahí. Esperaba un autobús que me dejara en Plaza Cristal. La noche, la lluvia, los relámpagos y truenos, a veces pueden ser buena compañía para pensar en ciertas cosas. Digo a veces, pues cuando la tormenta está encima de uno, no se quiere llegar más que a casa, como me ocurrió en la Atenas.
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