En situaciones que se presentan como ésta, yo no puedo ni debo ponerme a llorar. Simplemente, a veces mi primera reacción es mala, porque nunca me ha gustado sentirme aprisionada-atesoro mi espacio y tiempo- pero tomando conciencia de ciertas cosas, y agradeciendo profunda y sinceramente otras, veo los días por venir como un reto y no quiero deprimirme al pensar en todo aquello que he dejado postergado- y aquí no estoy hablando de lo literario, pues desde que decidí escribir nunca lo he dejado de hacer- por atender lo que en el presente realmente cobra más importancia y no se puede dejar de lado, sobre todo porque hay de por medio sentimientos de personas queridas, a quienes no quiero defraudar. No tengo el dinero, no tengo la suficiente fuerza, pero sé que una vez comprometiéndome, no doy marcha atrás. Y de verdad, en este instante tengo ganas de llorar, pero no puedo, no debo y sé que M. menos. Lo único que me ayuda es que al mero enjuague de una lágrima siento ardor en los ojos.
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