Días de calor. El jueves vino un tío que vive en Tuxpan. Trajo a mi abuelita Auréa, a su esposa e hijos. El viernes fueron a verme a mi trabajo y de paso me invitaron a Coatepec. Fuimos por los niños, luego a la casa de una prima -lo que es la vida, años de no saludarnos en Alamo, y de pronto el romper de tajo con algunos prejuicios; y sí, hablo de tantos años que en su momento no reconocí a una prima, pues tenía sólo el recuerdo de cuando era niña y tras un silencio embarazoso me disculpé ante la joven mujer que es ahora; lo cierto es que en cada familia hay historias largas de contar y tanto que escarbar en ellas, que sólo muestro aquí un pedacito del iceberg-. Mi tío nos invitó a un restaurante frente al parque, y luego estuvimos en éste varias horas, en lo que jugaban los niños, algunos comían nieves o daban vueltas para ver y ser vistos, y otros compraban café. Realmente es lindo este lugar, no tienen por qué volverlo pintoresco; uno se da cuenta de inmediato que es mágico. Si hay un lugar que me seduce es Coatepec.
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