Acabo de poner punto final al cuento que se titula Río Sedeño, y me siento a flor de piel. Desde hace días tenía el final en mente, pero faltaba sentarme a escribirlo. Hay como un miedo a echarlo todo a perder, no sé, quería que el sueño me ayudase un poco a ver claro. Viene la crítica, el corregir, quitar lo que estorbe, pulir frases..., pero creo que ya está.
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