El diario que mantuve en 1991 es de pe a pa como para vomitarse de lo cursi y sensiblero; de plano está mejorcito uno que tuve años anteriores (todavía recuerdo la cara de Malena cuando yo veía Candy Candy, y con el acento de los che me decía" ¡No, por favor, ya no más! y acto seguido hacía como que vomitaba. ¡Por eso quiero mucho a mi hermana!, pero con todo y las tantas veces que vi esa caricatura, no me creería que nunca vi el capítulo final, así que voy a conseguirlo y la amenazaré con verlo juntas allá en Alamo).
¿Por qué no quemo ese diario?, para mí es un registro; por ejemplo, sé que escribí el sábado 16 de febrero de 1991 un cuento sobre la muerte; ese texto lo leí en el aula de la Facultad de Derecho y después me conduciría a mi primer taller. Y el hecho de entrar a un taller literario, de leer y escribir a conciencia, le va quitando a uno, poco a poco, todas esas telarañas que entorpecen el pensamiento.
No comments:
Post a Comment