Sueño del domingo 24 de noviembre de 2006.
Creí que era una noche normal. Caminaba en Alamo por la 5 de Mayo. Hacía buen clima. Y toda la paz se vio interrumpida cuando sobrevolaron aviones tipo caza. Todos los que andábamos por ahí empezamos a correr aterrorizados. De primer momento pensé que nos bombardearían, hasta cerré por un instante los ojos, pensando “este es mi fin”. No pasó nada. Me dirigí a la casa de mi abuelita Aurea. La puerta estaba abierta y la empujé. En el cuarto del fondo, Julio dormía profundamente, me acerqué a su cama, lo sacudí, y le dije: “ya empezaron”, inmediatamente después salí. En lo que cruzaba la Garizurieta, me dije que no atacarían por el aire, se detendrían por ser zona petrolera. Entré a la casa por la Vélez, pero en el portón varios hombres me salieron al paso, unos eran civiles mexicanos y los otros soldados norteamericanos. Los primeros me indicaron que harían uso del taller, que no se meterían para nada con nosotros. Entré a la casa que perteneciera a mi abuelita Concha. Los familiares estaban ahí, pero no vi a mi mamá. Fui al taller. Estaba oscuro. Los hombres hicieron el intento de detenerme, pero les dije que esa era nuestra propiedad e iba a prender las lámparas. No dijeron nada. Un pariente me dijo que ya había llegado mi mamá, pero la mujer que estaba en la sala no era Jacinta, y me pregunté quién diablos era esa mujer. Mientras tanto la casa estaba tomada.
Creí que era una noche normal. Caminaba en Alamo por la 5 de Mayo. Hacía buen clima. Y toda la paz se vio interrumpida cuando sobrevolaron aviones tipo caza. Todos los que andábamos por ahí empezamos a correr aterrorizados. De primer momento pensé que nos bombardearían, hasta cerré por un instante los ojos, pensando “este es mi fin”. No pasó nada. Me dirigí a la casa de mi abuelita Aurea. La puerta estaba abierta y la empujé. En el cuarto del fondo, Julio dormía profundamente, me acerqué a su cama, lo sacudí, y le dije: “ya empezaron”, inmediatamente después salí. En lo que cruzaba la Garizurieta, me dije que no atacarían por el aire, se detendrían por ser zona petrolera. Entré a la casa por la Vélez, pero en el portón varios hombres me salieron al paso, unos eran civiles mexicanos y los otros soldados norteamericanos. Los primeros me indicaron que harían uso del taller, que no se meterían para nada con nosotros. Entré a la casa que perteneciera a mi abuelita Concha. Los familiares estaban ahí, pero no vi a mi mamá. Fui al taller. Estaba oscuro. Los hombres hicieron el intento de detenerme, pero les dije que esa era nuestra propiedad e iba a prender las lámparas. No dijeron nada. Un pariente me dijo que ya había llegado mi mamá, pero la mujer que estaba en la sala no era Jacinta, y me pregunté quién diablos era esa mujer. Mientras tanto la casa estaba tomada.
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