Hay un fuego interno que me impulsa. Lo reconozco cuando arde en mí. Es cuando necesito escribir. Pero hay circunstancias contra las que me doy de golpes. Y cuando mis prioridades están exigiendo mi atención, me vuelvo loquita, porque no puedo ni quiero desentenderme de ninguna, pero es cosa de tener harta paciencia y no rendirse.
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