Un gol marca la diferencia. Puede abrir heridas o las puertas de la gloria. Pero fallar un penal en el último minuto del segundo tiempo es una cruda moral, y al menos nadie quisiera estar en la piel del ejecutante para quien los reproches de sus compañeros- así sean en silencio- y el escarnio de los otros son parte del escarmiento. Como en toda historia hay un Judas- no importa si fue instrumento o no- y un redentor, ahora le tocó a Riquelme jugar el rol del malo. Ché, boludo, por qué tenías que fallar, si nada más era cuestión de colocarla pero no en las manos del portero. Sí. Todo esfuerzo personal que precede se va directo a la goma por un instante de nervios. Adios, pase del Villareal. Y tú Riquelme, no se olvide pasar por el último ejemplar del manual titulado Cómo Tirar un Penal y no Errar en el Intento, que tanto ha servido a nuestros chicos. Respira hondo.
No comments:
Post a Comment