Aún no me he adaptado al nuevo horario.Me despiertan y mi cuerpo siente el peso de esa hora robada al sueño. A medida que envejezco, voy comprendiendo más a mi papá. Por las mañanas, luego de despertarse se sentaba al filo de la cama, y se le veía de lo más pensativo. Y entonces uno se acercaba a pedirle dinero, algún consejo o nomás a darle un beso de buenos días, sin pensar que se le interrumpía. Mi padre siempre fue de proyectos, casi nunca de improvisaciones, y definitivamente creo que su obra debió mucho a ese diario reflexionar consigo mismo. No le tocó ya vivir este incómodo horario de verano y de invierno. Pero igual se hubiera adaptado.
Es muy cierto que esta vida va resultando cada día más vertiginosa, más extraña, no sabe uno, aparte de esta imposición de horarios,qué otras cosas desagradables nos deparan. Aun así cuando despierto trato de quitarme ese pesado sueño y de pensar un poco, así esté viendo qué pantalon o blusa vestir. Me pongo en la piel de mi papá a sus treinta y tantos años: sacar adelante una familia, hacer una obra...No hay pretextos.
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