En estos días he recibido más halagos y pedradas que nunca. Algunos me han dicho inmadura ( eso entra para mí en el terreno de los halagos ) otros que vaya con Dios ( eso entra en el terreno de las pedradas; no sé por qué cierta gente después de que te habla con el afán de hacerte daño con las palabras, te desea por último eso, por qué tienen que meter a Dios en sus problemas; bueno, sí sé por qué lo hacen, por su doble moral).
Lo que sí creo es que todo esto sucede por el desconocimiento del otro. En realidad, yo quiero estar tranquila, no quiero estar a la defensiva, odio estarlo, es desgastante. Pero cuando alguien toca mi hombro y me empieza a enchinchar -cuando tengo por costumbre no andar ahí diciéndole a la gente en qué está fallando, a menos de que te lo pidan, y eso aplicado en todos los sentidos, dentro y fuera de la cancha, dentro y fuera del trabajo ; humm, creo que al único que enchincho es a Juan, y él a mí, y eso porque dos dependen de nuestro esfuerzo- siendo que esa misma persona estuvo en otras ocasiones cometiendo ese mismo error u otros peores, no puedo ser indiferente, pues claro que me defiendo, no me queda otra, lo quieren agarrar a uno de su puerquito, y luego todavía andan diciendo por ahí pestes de mí. Estoy cansada de todo eso.