El calor de ayer me desgastó. En la noche, con todo y sueño, fui a jugar volibol. Ahora sí pedí que ni me pasaran el balón. Me dijo Jerezano que no dejara muelas en la cancha. Hoy habrá partido de la liga, igual, a las nueve; y el Circuito Veracruzano de Volibol se llevará a cabo el 1 y 2 de abril en el puerto de Veracruz, así que tengo tiempo suficiente para ahorrar unos pesos y ponerme en condición.

Después del partido, como pasaban de las diez y media tuve que tomar taxi. Ya en casa, luego de tomar chocolate, me puse a arreglar la computadora. Mejor dicho, me puse a empeorarla, porque de computadoras sé tanto como de las matemáticas: casi nada. Me dejo llevar por una dizque lógica y me pongo a colocar cables donde no corresponden que la otra vez al introducir un cable en el lugar equivocad salieron chispas y pegué un grito del puro susto.

La semana pasada J se cansó de rentar computadoras para utilizar word, y terminó por mandar a arreglar la nuestra. Pero como que el muchacho apenas sabía un poco más que yo. El disco de 3 1/2 no servía, compró otro y lo instaló. Eso fue todo. Pero el sistema seguía alterado; no metió mano para nada.

El domingo por la tarde, JC se entretuvo con la computadora. Horas después, me llamó la atención un letrerito en la pantalla que informaba que no existía el archivo de disp. para iniciar windows; estaba borrado.

Hasta las dos de la mañana de hoy estuve empeñada en que la computadora abriese con la configuración inicial y nomás nada. No hay de otra. Para qué me hago la loca. Se necesita el disco de windows y mandar arreglar la compu con alguien que realmente sepa.

Lo peor de todo fue que en todo el resto de la noche no pude descansar como era debido. En la pizarra de mi subconciente aparecían dos palabras: configuración e inicio.