Tuesday, March 21, 2006

21 de marzo. Suena bien. Otro día de mucho calor. Ellos tienen gripe y en estos días no han dormido bien.
Mi prima me invitó a que fuéramos por la tarde a un manantial que está por el Naranjal. Me ha platicado mucho de este sitio. Nos fuimos por una loma, y desde la punta de ésta vi el Macuiltepec: el pulmón de Xalapa. Pulmón que ya está inundado de construcciones.
Luego de caminar unas cuadras, en una esquina mi prima se detuvo sorprendida de que la entrada al manantial estuviese tan descuidada. Le pregunté hacía cuánto tiempo no había visitado tal lugar. Diez años, me dijo. Escaleras semidestruidas; cadáveres de perros; basura por doquier, no son buen anuncio.
-Entonces no había todas casas construidas alrededor- me dijo mi prima, mientras veíamos el panorama-, ni esta barda que debe ser de la ex-hacienda Lucas Martín.
El único atractivo era el extenso campo.
-Esto estaba lleno de árboles. Qué bárbaros.
Pero eso no era todo. El lugar que conoció Mary ya no existe. Desde el terreno alto escoltado por hayas y rocas, nos asomamos a ver el cauce y lo que en otros tiempos eran aguas cristalinas ahora eran residuales que fluían hasta con espuma. Mary estaba tan disgustada. Un árbol tenía un hueco todo ahumado, y más arriba, tenía otro a modo de boca de chimenea, y aún así se erguía. De las rocas no manaba sino apenas un chorrito, qué va un chorrito, gotas. Abajo, el seno que antes proveía de agua a los habitantes de las colonias circunvecinas, estaba tristemente seco.
Regresamos.

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