De regreso de pláticas contemplo el último atardecer de mayo. Antes de que el sol se oculte tras el Cofre de Perote, las nubes parecen algodones rosas. Entre éstas, miro un perfil de hombre barbado, que luego se vuelve gris. Mientras tanto, J. está dando clases a algunos vecinitos de la cuadra, y claro, también a JC. Pronto tendrán examen. No quiero que el nervio me gane. Hay una compañerita que me da ánimos para esto que va a venir. De hecho, mientras conversaba en la mañana con ella, a raíz de un diálogo, se me ocurrió una historia. Espero que todo llegue a buen fin.
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