Pasado apenas el mediodía, el temblor nos tomó por sorpresa en el edificio superpoblado en donde trabajo. Arrancó con movimientos oscilatorios, un instante de quietud y en seguida se hicieron sentir los trepidatorios, y es aquí donde tomó fuerza; todo fue cuestión de ¿un minuto?, no lo sé, siento que duró más, porque hubo un momento tenso y tras éste, todos a salir del edificio. Por fortuna, no pasó a daños mayores, sólo fue la impresión. Aunque, tristemente, es de constatar que no estamos preparados para temblores de mayor magnitud. No hay puertas ni escaleras de emergencia, ¿qué hacer en esos momentos?
Subí a un taxi, el joven chofer escuchaba la radio y me dijo la magnitud. Contó que no había sentido el temblor, pero de haberlo sentido ni en cuenta, porque para empezar ya había vivido balaceras en la frontera, en este mes asesinaron a un tío y un primo suyo, y hacía dos semanas, iba manejando un coche, acompañado de un familiar, cuando un trailer los impactó al rebasar al vehículo del carril contrario; el joven me enseñó su vendaje del tórax. Él y su pariente vivían de milagro. Se le dificultaba respirar, pero no tomaba medicina, "¿para qué?", dijo, "la medicina nunca me ha hecho". Era su cumpleaños por cierto. Se me quedó grabada su mirada opaca, habitada por el desencanto.
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