Saturday, October 15, 2011

Un pequeño registro de Hay Festival Xalapa, que finalizó este domingo 9 de octubre. El programa estuvo muy atractivo. Jueves, viernes y sábado, soleados, y un lluvioso domingo por la tarde.
Fue estimulante ver caminar en las calles de Xalapa a escritores y artistas entrañables, el revoloteo de los estudiantes en la Casa del Lago, acercándose a éstos. Los programas personales –en portada la imagen de unas ramas de flamboyán con flores de naranja intenso contra el fondo verde- terminaron manoseados. Los topes: la compra de boletos para cada evento y el hecho definitivo de que no se puede uno multiplicar para presenciar tres eventos de igual atractivo a la misma hora. Había que elegir, por ejemplo, entre Grandes Maestros de la Literatura Estadunidense-Saul Bellow, Philip Roth, John Updike y Mailer- con Martin Amis, Francisco Goldman y Eduardo Lago, Hablemos de Poesia, Fabio Morábito, Alberto Barrera Tyszka y José Luis Rivas en conversación con Camila Krauss, y Hablemos de Crítica Literaria, Juan Antonio Masoliver y Christopher Domínguez Michael en conversación con Sonia Hernández; o entre Alfredo Bryce Echenique en Conversación con Juan Cruz, Elogio a la Brevedad, Ricardo Piglia y Rodrigo Rey con Rosa Beltrán, y Hablemos de Literatura árabe, Jabbour Douaihy y Mohamed El Manssy Kandeel con Joumana Haddad. El sábado amanecimos con la noticia de más asesinatos en el Puerto de Veracruz; otra cucharada más de la realidad que se está viviendo en este Estado y en el país.



























En la Gala Poética no bastó una hora para ahondar en el terreno poético. Ecléctica fue la selección de los poetas. Y un placer escuchar los poemas.







Al calor del mediodía, con una sala llena y a oscuras, en ausencia de Cristina Fernández Cubas, Rosa Beltrán conversó con Ricardo Piglia y Rodrigo Rey sobre los gafes del oficio literario en Elogio a la Brevedad. Diferencia entre el cuento y la novela, rituales de escritura, con qué elemento arrancan una historia, focalización, tono, desenlaces abiertos y cerrados, fueron algunos de los tópicos. Beltrán recalcó la maestría en que Piglia va hilando un cúmulo de historias. El autor habló de su temprana pasión por desarmar artefactos y descubrir el mecanismo que los hace funcionar. Siendo adolescente cuestionó a Borges un final de cuento, y éste acertó al responderle que leía ese cuento con la mirada crítica de un escritor. Del origen de su tesis sobre el cuento, dijo que lo escribió sin ninguna pretensión y a raíz de aquel argumento de Chéjov, un hombre que va al casino, gana, regresa a su casa y se suicida. Por otro lado, Beltrán preguntó a Rodrigo Rey sobre su experiencia de haber traducido a Paul Bowles, lo cual lo ayudó para darse cuenta de los mecanismos de su escritura.


El viernes al caer la tarde, bajo la Carpa de la Casa del Lago, y teniendo de fondo una pantalla oscura, donde se traslucían aquellos que se deslizaban en la tirolesa, de manera pausada y trenzando sutilmente las ideas, Martin Amis conversó con el escritor boliviano, Edmundo Paz Soldán. Al mediodía, Amis participó en Grandes Maestros de la Literatura Estadounidense, junto a Francisco Goldman y Eduardo Lago, evento donde hablaron también de la decadencia de este país, de Bush, del 11 de septiembre y de la guerra contra Afganistán.
Gran conversador, el escritor inglés habló de la ansiedad por la que atraviesa el autor maduro, en cómo el tiempo incide en él y en su obra. Dijo que los primeros 40 años, el ser humano dice hola y los otros 40 dice adiós. En cómo los poetas, por el material con el que trabajan, se consumen más rápido que los novelistas. De cómo con el paso del tiempo el horizonte se va angostando y se mira entonces hacia atrás,  resultando ese fenómeno toda una experiencia; el pasado es como un palacio en la mente, en el que se pueden visitar sus cuartos, escaleras y recámaras. El escritor subrayó la importancia de la recámara erótica del pasado.
Sobre el proceso en la escritura de una novela, dijo que comienza con una angustia, una revelación, de una situación, un personaje, o algo que se lee, y termina con el envío del manuscrito para su publicación, y que este proceso de escritura es un querer saber más acerca de la novela hasta saberlo todo, que ha sido descrito como un tipo de estado de sueño en el que el escritor está dejando que la novela tome su propia forma, y él está poniendo en esto el placer de la creación, el cual es intoxicante. El novelista es libre y esa libertad llega a ser intimidante.
Habló sobre La Viuda Embarazada, sobre la revolución sexual de los setentas, de cómo Inglaterra goza actualmente de una buena literatura, además de que tiene la mejor tradición poética.
A sus alumnos les aconseja que al leer  Orgullo y Prejuicio no se identifiquen con Elizabeth Benett o Darcy, sino con Austen. La afinidad es con el escritor. Los personajes son artefactos.Si se quiere escritor hay que analizar la estructura de la novela . Se pregunta por qué releer Orgullo y Prejuicio si ya sabe que al final los protagonistas van a casarse, y comprende que se debe al gran acabado de la novela, en cómo Austen construyó una obra maestra que ejerce ese tipo de atracción, creando protagónicos de carácter contrarios que poco a poco se complementan y en los cuales una maravillosa ósmosis toma lugar. Aunque agrega pícaramente que la falla en Orgullo y Prejuicio es la ausencia de 30 páginas de sexo entre Elizabeth y Darcy. ¿Sus autores preferidos?, Nabokov y Saul Bellow.




El escritor español Eduardo Lago, presentó a Richard Ford como un escritor de primer orden en la literatura norteamericana, que desentraña la esencia de las cosas con notable limpieza y nitidez, destacando sus dones como paisajista y su generosidad como editor. El escritor tarda en preparar un material. Actualmente está por terminar una novela, cuya historia tardó en retomar 20 años. A la pregunta sobre la diferencia entre novela y cuento, respondió tajante que no encuentra más diferencia que la longitud. Es sobre todo la actitud al escribir frente a la página en blanco, la que determina el género; él se sienta a escribir pensando en un cuento o una novela, eso es todo. Ante el supuesto de que los personajes, apoderándose de la voluntad del escritor, son los que guían el rumbo de la historia, afirmó que él como autor es quien se lleva el crédito, quien tiene la responsabilidad de su material narrativo, y no el personaje. Al abordar el personaje de una de sus novelas, Eduardo Lago le preguntó si era un símbolo de Norteamérica. Ford respondió que no, que a él no le interesan las generalidades, sino por el contrario, le gusta trabajar sobre particularidades, ir construyendo las historias con los pequeños detalles, que es de lo que está hecha la vida. Sobre sus rituales de escritura, dijo que era una persona común y corriente, con una disciplina. Fue vecino y amigo de Eudora Welty. Conoció a Faulkner; de Carver explicó el por qué escribió cuentos y no novelas. Una y otra vez, Ford no se dejó etiquetar como escritor sureño, dijo que haber nacido en Jackson, Mississippi, fue un accidente; no se puede elegir el lugar de nacimiento.
Se respiró magia ese sábado en la noche, con un magnífico entrevistador que no quería dejar de disparar preguntas a Ford, exprimiendo hasta donde más se pudiera su experiencia de vida y escritura. Qué más se puede pedir.




Escritor ( Almas Grises; El informe de Brodeck) y cineasta ( Il y a longtemp que je t´aime; Tous les ciels), en su participación con varios escritores, sobre el tema de qué libro era el preferido, Philippe Claudel mencionó a Ferdinand Celine, Baudelaire, entre otros. Y Como película refirió a la Dolce Vita. El cineasta presentó en el Ágora la película Hace tiempo que yo te amo; “No hay peor cárcel que la muerte de un hijo”; una frase detonante en la película. Estuvo en conversación con la escritora libanesa, Joumana Haddad, entretanto en la Carpa de los Lagos se desarrollaba la de Cristina Fernández Cubas con Masoliver.







De mirada dulce y poseedora de una chispeante personalidad, la escritora española Cristina Fernández Cubas contó que nació en un pueblo de provincia, en un tiempo en que no había televisión y es por eso que bebió de la tradición oral. Habló de su infancia, de cómo un tío les leyó el cuento de Edgar Allan Poe, La Casa de Usher, y esa historia con sus abigarradas descripciones se quedó grabada en su mente, revelándole su potencial como narradora.
Adentrándose en los andamiajes literarios, se refirió al libro de cuentos como un buque con sus camarotes, pasillos, proa, popa…, ante el cual el lector tiene toda la libertad del mundo para elegir por dónde comenzar a recorrer sus estancias. Pero para armar ese buque, ese libro de cuentos, señala que se necesita que las historias tengan algo que las una entre sí y formen una unidad, y es ahí donde la intuición y el azar juegan un rol importante. Intercambiando el rol al de entrevistadora, preguntó a su coterráneo, Juan Antonio Masoliver, su parecer en cuanto a que si el pulso creativo del cuento es muy parecido al de la poesía, por su capacidad de concentrar, abreviar, condensar y de revelar.
Del tono literario, Cristina dijo que es aquello que mientras es el adecuado nadie se percata de él, por la misma eficacia, y cuando no es el correcto, se da uno cuenta en seguida de que algo está mal. Para algunos escritores el tono es algo que ya viene incluido en la historia, que a la hora de escribir no es algo que se busca.
Habló de aquello que Cortázar llamó escribir a contra reloj, de esas historias que piden ser escritas de un jalón, procedimiento, dijo, que no podría ser aplicado a la novela por obvias razones. En cómo, a pesar de que tiene siempre en mente un principio y fin de la historia, en el camino, en esa aventura de escribir, surgen cosas que la modifican. Señaló que la vida es un misterio y en los cuentos ese misterio debe conservarse.
Expuso cómo en su escritura la “realidad” incide en la ficción y viceversa. Y jugó con estos elementos, ejemplificándolo con dos historias suyas que entreveró; divertimento que fue un guiño a Sergio Pitol, quien estaba presente, y citó a Gombrowicz.

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