Crecí en el mar y la pobreza me fue fastuosa; luego perdí el mar y entonces todos los lujos me parecieron grises, la miseria intolerable.
Albert Camus
A veces me descubro extrañando a Tampico. Hace doce años me alejé del puerto; los años que viví en él, ¡cómo olvidarlos! Me gustaba caminar sin rumbo fijo por sus calles, que podían parecerme un laberinto sin salida o un camino abierto a toda posibilidad. Me han dicho que caminar en la ciudad a ciertas horas es ahora un acto irresponsable. Cuando estábamos aburridos en la madrugada, y nuestro humor coincidía, Carlos y yo nos íbamos al centro caminando y parábamos en el Café Mundo, en donde nos servían unas riquísimas y grasosas hamburguesas con hartas papas fritas. Añoro la playa de Madero, el ritual de ir a su encuentro y contemplar el mar y el estallido de colores en el cielo. Podía hartarme el calor endiablado de agosto, y más en ese último año en el departamentito de Malena -horno en donde escribí algunos cuentos-, pero un sabroso café obraba maravillas en mí, eso y la escritura.
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