Ya hace algunas semanas que pasé la prueba de fuego: subir a la azotea. Y antier, luego de tanto cielo nublado, me deslumbró el titilar de las estrellas. Delia me ha dicho que para qué los gobiernos se empeñan en gastar tanto dinero en misiones espaciales cuando deberían emplearlo para combatir la pobreza en la tierra. Tiene razón, pero también es cierto que es incontrolable el deseo de conocer otros posibles mundos, de conectar con esas lucecitas que nos guiñan, que nos tocan y conmueven con su inefable belleza.
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