Es sorprendente cómo la loción en un hombre atractivo- y que se sabe atractivo- puede despertar los sentidos de la mujer - u hombre- y su imaginación. No, señor, es una verdadera invasión: fragancia artificial + feromonas= mezcla poderosa actuando sobre uno y sus hormonas.
Y vamos, no es necesario una buena loción para ello -aunque la verdad auxilie en mucho y opere a veces indescifrablemente-, es también excitante ver a un cuerpo en acción y que chorree sudor- y dejo abierta la acción-aunque claro, igual puede repeler o repugnar. Recuerdo que en la facultad había un voleibolista de lo más tosco para jugar, sus movimientos eran aún torpes pero él era fuerte y veloz, y las chicas no podíamos evitar verlo fascinadas, sobre todo cuando en las faciales empapado de sudor se tiraba a la duela por el balón y untaba su huella corporal. Pero igual, imaginando por ejemplo al mismo chico, y que hubiéramos estado en un camión lleno de gente, yo sentada, y él parado junto a mí, y una gota de sudor de sus axilas hubiese resbalado y caído en mi rostro creo que no hubiera causado el mismo efecto, a menos que en ese lapso hubiese puesto en juego mi imaginación, pero lo dudo mucho, bueno, no lo sé. La imaginación. Cómo recuerdo una madrugada de 1997, estaba escribiendo frente a la ventana que daba a la calle Pérez y Pérez, acompañada de mi rústica lámpara, la máquina de escribir, mi café y mi música, cuando de pronto un hombre y la estela de su aroma irrumpieron, no sé quién rayos habrá sido, pero su paso por la acera frente a mi ventana fue de apenas 2 o tres segundos, y lo que ocasionó en mí aquella vez fue inolvidable, y lo paradójico es que él nunca supo ni sabrá que interrumpió mi trabajo, así como tampoco que fue un grato estimulante para trabajar durante un par de horas más en mi solitaria labor. Mirar lo que ocasiona una buena combinación.