Thursday, May 28, 2009

Estalló otra tormenta por la tarde. ¿Por qué casi siempre a las nubes se les ocurre juntarse cuando se acerca precisamente la hora de la comida?, no lo sé. Comí algo rápido y regresé a la oficina. Compré un lechero, el joven que atiende estaba enseñando a otro cómo utilizar la máquina. Si se va, estoy segura que lo extrañaremos muchos, es muy atento y servicial, cuando se le agradece siempre dice "es un placer". Tiene una consolita de juegos muy mona que la mandó a pedir en Todito.com, y los niños hacen fila para jugar, además, le gusta Soda Stéreo. Me acuerdo de otra chica que preparaba café. Era también amable y simpática, y sobre todo generosa en el momento de ponerle cajeta al capuchino. Me gustaba cómo se desenvolvía en ese ritual. Sin novio a la vista, cuando se acercó un 14 de febrero, puso una hoja en la barra para que se enlistaran los hombres que quisieran participar en una rifa, y el premio para quien ganara consistiría en llevarla a cenar y a bailar ese dichoso día de los amigos y enamorados. Abatir la soledad. Admiré su valor. Los hombres, por supuesto, flirtearon con ella y se enlistaron, pero en su mayoría eran casados. El caso es que, después de tantas promesas y propuestas, no surtió efecto su idea, finalmente el 14 de febrero estuvo sin pareja.
Ocupé una mesa del corredor.Cuando llueve está muy concurrido. Luego de comer, unos se enfrascan en juegos de mesa, otros en fumar a todo lo que da mientras está buena la plática. Estuve ahí un buen rato tomando notas de historias.La lluvia arreció y el viento agitaba los toldos. De pronto ya todo fue truenos y relámpagos. Cortaron la luz. Pensé en ellos, en como les asusta, como a mí, una tormenta. Y entre esto y lo otro quedan tantas cosas sin contar.

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