Dejo el tamal de picadillo recalentado y mi chocolate a un lado para escribir esto. Qué puedo decir, me gustan estos días de Todos Santos. Preferiría haberla pasado en Álamo, pero era de pensarlo con dos días apenas, poco dinero y una quincena por delante. Mejor el sábado me puse pilas, compré en la avenida lo que se necesitaba para hacer tamales y flor de muerto para el altar. Mientras asaba las hojas de plátano -es lo único que me choca; en Álamo ya las venden ahumadas- picaba la verdura, preparaba el jugo de tomate con hojitas de laurel y la salsa de chipotle, J y A corrían de un lado a otro, inventaban sus juegos, hacían travesuras que me ponían los nervios de punta y a cada rato Madame con su estribillo ¿vamos a ver jai musical, siiiiiiií?, no sé, le decía. J me ayudó a poner el altar, nada complicado, dos palos de escoba franqueando una mesita y un alambre coronándolos. Tapizamos la madera y el alambre con palmas y deslizamos flores entre éstas. Deshebré la carne de puerco y aparté los trocitos de costilla, la primera fue para el picadillo y la segunda para la salsa de chipotle- no tenía chile color ni chile seco-. La masa que compré con unas chicas simpáticas y primerizas en atender el molino de nixtamal era ya porosa, lista para verter la manteca. Preparé los tamales de pollo entomatado con las hojas de maíz y los de chile y picadillo con las de plátano. A las ocho ya estaban apretujados en la vaporera, les puse encima unas hojas de plátano, la tapa y a esperar. Terminé con un dolor de cintura. Mientras limpiaba el tiradero, me puse a ver la de Insomnes en Seattle o Sintonía de Amor. Igual que uno de los protagonistas en la película, J. me dice que no le encuentra chiste alguno a esa película de amor, que le hace falta algo. Le digo que yo sí le he encontrado con los años su gracia, independientemente de que la construcción deja mucho que desear hay algunos diálogos que me parecen rescatables, por ejemplo, el del prometido de Meg, cuando ésta le explica por qué no quiere casarse, y él le dice que él la ama, pero haciendo a un lado eso, no le gustaría la idea de ser aquel con el que alguien se conforme, que la vida ya de por sí es tan difícil. Por cierto, yo vi la película de Cary Grant cuando estaba en secundaria y esa escena última es tan melodramática... Pero los tamales estuvieron como a las nueve y media más o menos, ofrendé unos para los muertitos y otros para los muertos de hambre, y no es por nada, pero quedaron de-li-cio-sos.
4 comments:
uuuy, qué antojo me dió, Sandra...
y yo aquí, en el desierto...
Dolores Dorantes
¡Hola, Dolores!, no es por nada pero tienes que probar los de frijol de vaina, no de esos frijoles grandes, que también son ricos, sino de los pequeños y tiernitos, con carne de puerco en salsa de chile seco y pipián.Mi mamá los prepara muy ricos, y yo soy su aprendiz.
aaaaah, qué delicia, Sandra, cuando vaya a Jalapa te aviso, yo pongo el chocolate que todavía tengo del de Oaxaca
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