Luego de ir el viernes al AGN, a CONACULTA y a la SEP, por la tarde arrastraba un cansancio mortal. Hice varias llamadas. Iba a quedarme en un hotel, pero mi primo me dio asilo, algo que le agradezco, pues lo íntimo y acogedor de su departamento me hizo recordar tantas cosas del mío en Tampico. Aunque no lo dijera, sé que le robé tiempo que le dedica a V., quien es por cierto muy bonita e interesante. En su departamento los tres estuvimos platicando largamente; me quedo con algunas anécdotas que espero luego retomar. Nos dormimos a las 5, solo que L. tenía que levantarse antes de las siete pues va a clases, estudia psicología y todas sus energías las deposita en ello. Creo que tengo serios problemas con los despertadores, me dijo L. que cuando sonó el suyo, de inmediato me incorporé para tomarlo y ya iba a tirarlo pero L. me habló y lo volví a dejar en su lugar y me dormí.

El domingo, antes de despedirnos le conté algo que fue una revelación para mí. Cómo es la mente. Al cuerpo no se le escapa nada, almacena carencias,derroches. Tenía que estar mucho antes de las cinco en el MUNAL para alcanzar lugar, pero era también importante lo que nos estábamos contando. A él le llamó su jefe y nos dijimos hasta luego.