Thursday, November 29, 2007

Ayer, en una plática con un compañero, con todo y la fecha que mencionamos no me acordé; no sé por qué Mary y yo pensábamos que en diciembre, pero no, fue un 29 de noviembre. Ahora entiendo lo que él dijo. Hace un rato Mary comentó algo de mi abuelita Concha, y eso nos hizo recordar a su mamá, mi abuelita Carmen. Ambas eran el motor de la familia.
Cuando mis papás nos mandaban a México en las vacaciones, mi abuelita Concha nos llevaba al mercado rodante y recuerdo que me tomaba de la mano con fuerza, ella era así, nos protegía, desmedidamente, pero lo hacía, era una fortaleza andando. Aunque la relación entre ambas fuera al principio un poco ríspida, a mi mamá la cuidó en sus embarazos y eso ella nunca lo ha olvidado; ya veo a mi abue dándole sus vueltas, llevándole atole calientito por las mañanas, las yerbas justas para los baños de postparto... Cómo olvidar también muchas de sus cosas, sus regalos, sus consejos, el que a las cinco nos levantara con los ruidos en la cocina, sus fuertes y emotivos suspiros por la noche que a veces me asustaban, y que ahora cómo los comprendo, su pasión por las novelas, la preparación de sus guisos, desde la ida al mercado, matar pollos, guajolotes o tortugas, moler chile, rellenar los pollos, servir los platos y ver con satisfacción la delicia del saborearlos en el rostro de los comensales. Tuvo una capacidad enorme de entrega, como hija, como esposa, como madre, como abuela..., que todos en la familia nos quedamos con algo de ella, y es que queremos tanto a Concha.

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Tomado de: La Jornada, 24 de septiembre de 2024. https://www.jornada.com.mx/2024/09/24/opinion/015a2pol   Ayotzinapa: 10 años sin verdad y ...