Me digo que esa es la infancia. La pureza. La perversidad. Aparecer Amaranta y decirme al hombro "ya está viniendo la navidad" (mientras pienso una frase del cuento y se oye a Soda Stereo en la graba), para luego escurrirse como duende hasta la puerta (un duende de camisa negra y mallones rojos con líneas horizontales negras).
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