Friday, July 06, 2007

El miércoles por la tarde, camino a casa, me di cuenta que en un callejón borraron un grafitti que me gustaba por el tono categórico, decía: "Y. Nadie se keda kon kien kiere". En una calle más adelante, fue difícil abrirme paso, pues están metiendo tubos de drenaje; había un conductor de trascavo en plena acción. Por la desembocadura de la Técnica 72, escuché el silbato del tren. Atravesé la vía y me coloqué cerca de un grupo de niños para mirar su paso. No sé por qué, sumado al rojo de precaución que genera, pueda resultar hinoptizante ver en movimiento una serie de vagones -eran en su mayoría de rejillas e iban vacíos; otros tenían dibujados grafittis y alusiones a la frontera, a Arkansas-; como tampoco puedo explicarme por qué su alejamiento provoca una sensación de pérdida. Si bien, hay días en que el detenerse a mirar algo con detenimiento está para algunos fuera de nuestro alcance; el observar el paso del tren es toda una experiencia estética; un regalo visual que se abre con beneplácito.
Soplaba buen viento, y en la colonia se daban vuelo con los papalotes. Me llamaron la atención unos niños que estaban en una azotea; tenían consigo tres papalotes y lo celebraban ruidosamente. Abajo, se acercaron otros a preguntarles que si los habían hecho ellos o eran despachados, y se enfrascaron en una discusión. No me quise quedar con la duda y le pregunté a uno de ellos qué significaba en este caso "despachar". Me dijo que era cuando se le colocaba al papalote una navaja que cortaba el vuelo a otros- o al menos, eso entendí-. El niño, con orgullo, dijo que ellos también tenían sus "despachados". Miré el bamboleo de los papalotes en el aire, y le dije al niño, "¿una guerra de papalotes?", con todo botín y treguas; a él no le pareció así. Me alejé, contenta.

No comments:

Tomado de: La Jornada, 24 de septiembre de 2024. https://www.jornada.com.mx/2024/09/24/opinion/015a2pol   Ayotzinapa: 10 años sin verdad y ...