Antes que cumplas los cuatro, Adriana, intentaré expresar la magia y pureza de tus tres años. En tus ojos, vivaces y oscuros pececitos en tête à tête, se asoman una tras otra las emociones que como olas sacuden sin cesar tu cuerpo, y así como ríes con feliz desparpajo, lloras y gritas a pecho abierto sin preocuparte si ensordeces a los demás, y te arrullas con ternura como bebé y tu voz se chiquea cuando quieres que te mimen y mimarte es todo un privilegio.
Aunque has aprendido pronto a defender tu espacio no mides consecuencias, a todos alguna vez, desprevenidos, nos has sorrajado objetos, luego huyes y te escondes, pero siempre la risa te delata.
Niña precoz e independiente que sin miedo explora el lenguaje con clara voz, puedes ser también voluntariosa y en eso te pareces a la Tucita pero reloaded. Nunca olvidas tu asunto a tratar. Si no te haces entender y ves que estamos en otras cosas, nos dices sin reparo que no te hacemos caso: exiges atención absoluta. No hay términos medios para ti. Y aunque a veces esto último pueda desquiciar, Adriana, y para colmo sea una madre aprensiva, no me canso de decirte que eres una niña hermosa, que las palabras no me bastan para capturar tu esencia, y que te queremos mucho, Madamcita.