Esa noche del sábado recibimos un mensaje en el celular. Era de Malena. En seguida llamó: me dijo que fuéramos a la terminal a recoger a mi mamá. Su voz sonaba cansada. Te quiero Chuga, me dijo. Yo también, dije. El equipo había ganado el torneo de basquet, y tras llevar a mi mamá al ADO, Panter se reuniría con sus compañeras de juego para celebrar la victoria; así que se trataba de un cansancio placentero.
¿El eclipse lunar?, bien gracias, las nubes se amotinaron en ese cielo que ofrecía espectáculo.
A las cinco de la mañana me levanté. Había un charco de luz en la cocina. Me asomé por la ventana, y entre las ramas de un árbol-sacudidas por vientos del norte- la luna en plenitud, desembarazada horas antes de la sombra terrestre, refulgía de tal modo que me parecía aquel instante irreal. Guardé los elementos.
Puse a hervir agua para café. Juan fue por mi mamá
Puse a hervir agua para café. Juan fue por mi mamá
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