Sábado y domingo nos tocó manualidades. Querían pino, pues compré esferas de unicel, fichas universales, listones, pinturas de agua, y se pusieron a recortar y pintar casas, estrellas, muñecos de nieve, pinos...En la radio noticias de Oaxaca, de la muerte del cantante de la onda grupera y de Raúl Velasco. Casi no vi tele. Juan puso una película de Bergman.
En la mañana él dio clases, escribió sus textos y los envió. Cuando llegó, fuimos los cuatro al mercadito y ya en la noche Madame y JC colgaron sus creaciones en el pino artificial.
Estuve leyendo algo de Gide sobre Dostoieswki. Me vinieron recuerdos entonces de aquella biblioteca que estaba arriba de la Canada, allá en Tampico. Ahí leí algunas cosas de Dostoieswki. Los libros, recuerdo, eran muy, muy viejos, y estaban colocados en una vitrina. Sólo había una bibliotecaria que atendía; suficiente para el número de lectores que solíamos acudir. Era una muchacha delgada, de cabello negro, largo y ensortijado. Siempre me pareció por su actitud que lo que deseaba en el mundo era estar en cualquier parte menos en ese lugar, alzaba la vista de mi libro y podía verla en el balcón, mirando allá abajo el tráfico, o platicando en la puerta de entrada con personas que trabajaban en ese piso. Mentiría si digo que nunca la vi leer algo por gusto propio. También dejaba libros abiertos.
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