Es domingo por la noche. Son las 10. Todavía están abiertos algunos negocios de la Atenas. Unos adolescentes desde una esquina donde están las chispas, le echan los perros a las jovencitas que pasan por la acera. Compro tomate (que cómo subió) y leche en una tienda y como veo abierto el internet, cruzo la calle y entro. Veo algunos sitios, leo algunos blogs que me interesan, y luego abro una hoja virtual para escribir esto. Atrás de mí, hay unas jóvenes haciendo su tarea para mañana. Al fondo el chico que atiende el lugar, entretenido con el messenger. Pero las chicas tuvieron un problemita con un archivo y le piden ayuda.

Hace un rato en el camión, le estaba diciendo a Juan que en la facultad, allá por 1993-1994, cooperamos para un centro de cómputo que ya no gozamos porque en ese año nos graduamos, pero en sí creo que fuimos la última generación que nos chutamos todos los trabajos de investigación en máquinas mecánicas; todo el universo de conocimientos al que podíamos acceder estaba aún en papel. Uno iba a los juzgados y estaban atestados de expedientes por todos lados: un mundo empapelado.